A un par de metros del Duomo, la Piazza dei Mercanti es uno de los últimos vestigios que quedan en pie de la Edad Media en la ciudad. Un viaje en el tiempo entre pasajes, épocas y una atmósfera intacta en la historia.
invasiones, bombardeos, destrucciones: la ciudad de Milán a diferencia de otras urbes italianas no tiene a simple vista edificios medievales, siendo el Duomo y el Castello Sforzesco los más impactantes. Apenas transitada, con forma de ciudadela perdida entre pasajes y peatonales, la Piazza del Mercado esconde mucha más historia de la ciudad de la que se puede ver a simple vista.
En plena Edad Media, la plaza era el centro de la ciudad y el epicentro de todas las actividades de sus habitantes. Cuando se quería saber algo, se iba a la plaza; allá estaban los abogados, el palacio del Comune, el primer municipio que servía como régimen político del momento.
En 1228 se construye la plaza del Broletto Nuevo, el centro pulsante de la vida social y comercial de la ciudad. Al centro de la plaza, se levanta en 1251 el Palacio Della Ragione (de la Razón) y el nacimiento de este lugar marcará la transición entre el Municipio gobernado únicamente por los poderes feudal y eclesiástico, hacia uno donde se incluye también a representantes del pueblo. La plaza fue creada antes que el Duomo, cuya piedra fundacional fue colocada en 1386.
Sala de reuniones públicas, sede de jueces civiles y comerciales, el palacio es de una arquitectura simple, típico del gótico medieval, con pórticos abiertos en cuyo interior funcionaba el mercado techado de la ciudad. El lugar del mercado se llama Loggia dei mercanti y esconde un sistema de comunicación secreto. Es una especie de galería de los susurros, porque se da un fenómeno acústico inusual bajo los arcos perfectamente abovedados, que permite que los susurros lleguen al lado opuesto del edificio. Según las leyendas, los comerciantes, los espías y los amantes usaban la Loggia para intercambiar secretos sin jamás ser vistos.
¿Cómo funciona? Siendo en dos, cada uno se para junto a una columna alineada oblicuamente con la otra. Hay que buscar unos pequeños agujeros y susurrar cerca de ellos.
La leyenda de los Celtas
Cuenta una vieja leyenda, que el Rey Ambigatus, del pueblo galo de los bituriges, debido al gran incremento de la población, decide mandar a sus sobrinos Segoveso y Belloveso a colonizar nuevas tierras. El primero se dirige hacia las llanuras hercinianas, y el segundo, hacia la península itálica. El relato, escrito en el Siglo I a.C., dice que una vez pasada la llanura Padana, Belloveso llegó hasta una zona con paludes, y mientras atravesaba un bosque, cruza a una cerda, animal sagrado para los Celtas. Considerando que el animal era un buen auspicio, decide parar en esas tierras y fundar “Mediolanum”, cuyo significado sería “en el medio de la llanura”, nombre del cual nace la actual Milano o Milán.
La leyenda se ha esparcido y hoy llega hasta nosotros con la idea de que la cerda era además “semilanuda”, por lo que todos la conocen como la scrofa semilanuta, y es justo en el Palacio de la Razón, donde puede verse un bajorrelieve de la misma, hoy convertida en un símbolo de la ciudad.
La vida en el Medioevo
Dentro de esta plaza el movimiento era intenso: mercaderes vendiendo sus verduras, banqueros, abogados en busca de clientes; orfebres, fabricantes de espadas, de espolones, de sombreros o de fustas. De esos oficios nacían los nombres de las callejuelas, las cuales conservan todavía hoy esas denominaciones.
Este palacio, será el km 0 de la ciudad, el punto central del cual se organizará el resto de Milán. Alrededor de este punto, como si se tratase de una flor que se abre, se levantarán las diferentes puertas de la ciudad, muchas de ellas aún en pie: Porta Vercellina, Porta Comasina, Porta Nuova, Porta Orientale, Porta Romana y Porta Ticinese. Cada puerta era la entrada y salida hacia las principales caminos o ciudades de la época y que servían también como protección y como aduana del ducado de Milán.
La llegada de las invasiones
En la época de la invasión austriaca, el palacio sería utilizado como la sede del catastro, una ley moderna introducida por María Teresa de Habsburgo, de acuerdo a los nuevos ideales de la Ilustración. Los austríacos agregan el último piso del palacio, el cual es llamado “opralzo teresiano”.
Los otros palacios de la plaza
La plaza que se alzaba alrededor del Palacio de la Razón, hoy ha desaparecido comida por el crecimiento de la ciudad. Junto al gran edificio, se alzaron otros, que no tienen nada que envidiarle en belleza e historia.
El Palacio dei Giureconsulti, fue construido en 1562 para acoger a todos los nuevos nobles doctores que eran los que se ocuparían de las gestión de la ciudad. La campana sobre la torre se usaba para anunciar los ataques del enemigo, los incendios o las ejecuciones públicas de condenados, una torre que existía con anterioridad. En la base de la torre puede verse una estatua de San Ambrosio, el patrono de la ciudad.
A partir del 1800 fue sede de la Bolsa, luego del Telégrafo y de la Banca Popolare di Milano. Desde el 1900 es la sede de la Cámara de Comercio. En el pequeño balcón, luego del sonar de las trompetas, eran leídos los documentos oficiales del Comune.
La Loggia degli Ossi, con su fachada hecha de mármol blanco y negro, antiguamente albergaba las oficinas del juzgado y desde sus balcones se anunciaban decretos de carácter público. Fue construido a principios del 1300.
Junto a la Loggia se encuentra el Palacio de las Escuelas Palatines. Edificado a mediados del 1600 servía para educar a los hijos de los nobles en retórica, latín, griego y derecho. Luego sus estudiantes, formaban parte de los juristas del Palacio della Ragione y del Giureconsulti.
En el pórtico junto a las Escuelas, se abre la puerta de San Michele al Gallo, que une la plaza con Via Orefici, y con la Puerta Vercellina. Sobre el portón, hay colocada una estatua del poeta latino Ausonio. Justo allí se encontraba la Iglesia de San Michele al Gallo, originaria del Siglo XIV fue demolida en 1787. El nombre deriva de que en el campanile, había colocado un gallo, símbolo de la vigilancia.
El último de los edificios de la plaza es la Casa dei Panigarola, en este lugar funcionaba la sede del la Oficina de los Estatutos, donde se registraban y transcribían los decretos del Duque y de los actos públicos. El lugar toma el nombre de la familia de notarios que se encargaba de estos trabajos. Oriundos de Gallarate, los Panigarola conservaron este edificio hasta 1741. La fachada, fue proyectada por Giovanni Solari en 1466 y fue restaurada por Luca Beltrami en 1899. Durante muchos años funcionó un restaurante; hoy está desocupada. En el medio de la plaza puede verse un viejo pozo, el cual fue construido para proteger a los viejos archivos en caso de incendio. El pozo originariamente se encontraba al lado del Palacio de la Razón, pero en las últimas restauraciones de la plaza, fue movido hasta la ubicación actual, que es donde se encontraba la llamada Piedras de los Fracasos, una piedra donde los comerciantes en bancarrota se sentaban, desnudos, como símbolo de la renuncia de sus posesiones a favor de los acreedores y se les rompía el banco donde trabajaban siendo ese es el origen de la palabra “bancarrota”, la quiebra. Después de tres años de restauración, durante el verano del 2020, el edificio volvió a ver la luz. Dentro de la Loggia dei mercanti, se puede ver una intervención artística conformada por 19 placas que recuerdan a los caídos por la liberación de Milán del nazifascimo. Actualidad