Es una de las galerías más hermosas y conocidas del mundo, y uno de los íconos de la ciudad de Milán. ¿Qué historias apasionantes esconde este lugar? Te las cuento.
Cuando uno llega al centro de Milán casi sin darse cuenta termina caminando dentro de la Galería Vittorio Emanuele, y pocos son los que no caen bajo el encanto de su belleza, aunque se la cruce todos los días. Punto neurálgico de la vida de la ciudad, este lugar ha sido el templo de artistas, revolucionarios y hasta de exponentes de la gastronomía local.
Construida entre 1865 y 1877 por el Comune de Milán, la galería estuvo rodeada de hechos trágicos, historias de vida fascinantes, arte y moda. Dedicada al entonces Rey del Risorgimento italiano, Vittorio Emanuele II, este monumento de uso público fue uno de los ejemplos de modernidad más cuestionados de la ciudad.
El espíritu de finales del 1800 es lo internacional, de un mundo que se explora, que se conoce, un mundo que se abre a todos con adelantos tecnológicos. Esta época viene marcada por la Segunda Revolución Industrial, y Milán sería una de las ciudades epicentro de estos cambios no sólo tecnológicos y económicos, sino también culturales.
En Italia se había llegado por primera vez a la unidad del país, y es un momento donde se empieza a revalorizar la historia pasada pero también de aires de nacionalismo nunca antes vistos. Los estilos artísticos serán entonces un retomar los estilos pasados gloriosos: si en el pasado estuvo el gótico, en el ‘800 estaría el neogótico; lo neorrománico, el neoclásico y el neorenacimiento también tendrían su lugar.
De ahí que la galería adoptaría una arquitectura ecléctica neo-renacentista. Columnas, capiteles y figuras humanas que sostienen la estructura como en la Antigua Grecia convivirán con una parte súper moderna para la época: el vidrio y del hierro.
El hierro será el metal más utilizado de la época, se lo usará para todo: puentes, ferrocarriles y edificios. La Torre Eiffel también será construida en ese período.
Al inicio la Galería será dedicaba exclusivamente a negocios de sastres, de telas, de restauración, y después, librerías. Todavía quedan algunos locales históricos desde esa época, como el Camparino y la librería Bocca; con el tiempo, las firmas de alta costura se quedarán con el protagonismo de sus locales.
La tragedia del arquitecto
Giuseppe Mengoni fue el arquitecto boloñés que obtiene el concurso público para la construcción de la galería de Milán y los alrededores de la plaza del Duomo. Su inspiración recaerá sobre una característica de su ciudad natal: los pórticos. Estos pasajes cubiertos no eran habituales en Milán, y dotarán de una novedad estilística a la nueva ciudad naciente.
La primera desgracia llegó con una lotería dispuesta por el Rey para recaudar dinero, la cual fracasó rotundamente sin recaudar el suficiente dinero para iniciar la obra. El Comune de Milán decidirá entonces poner el dinero necesario para la construcción del proyecto, que tenía a muchos de ciudadanos en contra. Es que para levantar la galería, había que destruir una parte del viejo barrio que ocupaba la zona, incluído algunos inmuebles muy antiguo y hasta el reconocido Teatro del Rey. Gran parte de la política y de la prensa tampoco estaban de acuerdo con esta obra moderna.
Sin embargo, el Comune estaba decidido y el proyecto era descomunal: no sólo revaloriza el centro de la ciudad y las inmediaciones de la Plaza del Duomo, sino que el rendimiento económico de la obra no tenía parangón: 1260 locales que pagarían un alquiler a las arcas públicas, algo que todavía hoy sigue dando sus frutos.
La segunda desgracia llegó con una gran granizada, que destruirá todos los vidrios del novedoso techo. La empresa italiana que había realizado la obra se declarará en quiebra, y el proyecto caerá en manos de una empresa inglesa a la que le lloverán todas las críticas. Recordemos que hacía pocos años Italia había alcanzado su unificación, y los sentimientos de nacionalismo estaban bastante frescos.
A las ya grandes presiones, al arquitecto Mengoni se le suma una tragedia de corte personal: la muerte de uno de sus hijos, y el hecho de que a poco de la inauguración oficial de la galería, el rey Vittorio Emanuele anuncia que no estará presente en el acto. Esta noticia perturbará al arquitecto de una forma profunda. En realidad, el Rey estaba enfermo, incluso moriría unos meses después, pero Mengoni lo tomó como un desaire netamente personal.
Los problemas no terminaban allí: el contrato de la obra establecía que la galería debía ser inaugurada el 31 de diciembre de 1877, y estar, completamente terminada. A pocos días de esa fecha, la obra no había sido finalizada, y esto conllevaba que el arquitecto debía pagar una gran suma de dinero, dinero con el que no contaba.
La noche anterior a la inauguración, con la excusa de supervisar los avances del trabajo que no paraban, el arquitecto Mengoni subió al arco central de la galería, cayó y murió. Nunca logró establecerse si realmente se trató de un accidente o de un hecho voluntario. Esta versión se debe a que se encontró una carta que el arquitecto habría dejado, haciendo entrever los problemas económicos y las grandes presiones que había sufrido en el transcurso de la construcción de la galería.
La doctora de los pobres
En el pórtico número 23 de la Galería Vittorio Emanuele hay una placa que conmemora a Anna Kuliscioff y a Filippo Turati, dos militantes socialistas que en los primeros años del ‘900 tuvieron una actividad social trascendental en la ciudad: fueron los primeros en participar en los concursos para la construcción de las primeras casas populares de Milano, soluciones habitacionales públicas para las personas con menos recursos.
Anna Kuliscioff fue una de las fundadoras del Partido Socialista Italiano. Gran Feminista de inicios de siglo pensaba que la mujer debía emanciparse económicamente y que el salario de las mujeres debían ser igual que el de los hombres. Debido a sus ideales fue expulsada del Hospital Mayor y se dedicó a ejercer la actividad de médico en los barrios más pobres de la ciudad, de ahí que sería conocida por todos como la “dottoressa dei poveri”.
Especializada en ginecología, Anna descubrió el origen bacteriológico de la sepsis puerperal, algo que evitaría miles de muertes de mujeres durante el parto. Periodista, médica y revolucionaria, tras su muerte en 1925, un grupo de fascistas irrumpieron en el cortejo fúnebre generando incidentes, dejando en evidencia la importancia de los ideales que Anna pregonaba. El gobierno local, fundó una biblioteca en su honor, con una gran colección de libros y documentos vinculados al socialismo.
Futuristas: el arte de vanguardia de Milán
En esas mismas épocas, además de política, el arte también sobrevolaba la galería Vittorio Emanuele. Un grupo artístico llamado los Futuristas comenzaba a reunirse bajo esos techos. Eran grandes provocadores que amaban pegarse y que pasaban toda la noche gritando, extrañas costumbres para esa época.
El Futurismo tenía como postulados la exaltación de lo sensual, lo nacional y lo guerrero; la adoración de la máquina, el retrato de la realidad en movimiento, lo literario y la disposición espacial de lo escrito, con el fin de darle una expresión plástica.
Hoy en día puede verse la obra de los Futuristas en la exposición permanente del Museo del 900, justo en frente de la Galería Vittorio Emanuele II.
Las bombas de la Segunda Guerra Mundial
La galería fue uno de los lugares que más sufrió durante la IIGM, sobre todo en los bombardeos de los aliados llevados a cabo el 15 y 16 de agosto del 1943. El techo fue completamente destruido así como la decoración interna.
Los aliados ejercieron dos tipos de bombardeos: los estratégicos, que golpeaban de día fábricas y depósitos, orientados a disminuir la capacidad bélica de Mussolini; y los bombardeos terroristas, los nocturnos, que apuntaban a matar y a aterrorizar a la población civil.
Los proyectos de reconstrucción empezaron en 1948, dos años después del Teatro alla Scala y se debió a los grandes debates que surgieron en torno a los materiales de construcción, ya que se buscaba ser lo más fiel posible a la original. Los trabajos terminaron en 1955. Otras restauraciones se llevaron a cabo en 1967, por el centenario de la inauguración y en 2015, antes de la Expo Milán.