Fundado en 1878 por la familia Crespi, este pueblo-fábrica se erigió como un paradigma del feudo industrial, donde se amalgamaron trabajo, vivienda, educación y entretenimiento. Reconocido como Patrimonio de la Humanidad, Crespi d’Adda se ha mantenido intacta hasta nuestros días, salvo por los descendientes de esos obreros que hoy son propietarios.
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Enclavado a orillas de los ríos Adda y Brembo, en la provincia de Bérgamo, se encuentra un pequeño rincón de la historia industrial de Italia que ha sobrevivido al paso del tiempo: Crespi d’Adda. Este pueblo obrero, fundado a finales del siglo XIX, es un testimonio vivo de la era industrial y un recordatorio de la importancia que tuvo la industrialización en la región de Lombardía.
La fábrica textil de Crespi d’Adda que llegó a ser conocida como “Cotonificio Crespi,” se convirtió en uno de los centros industriales más grandes y avanzados de Italia en ese momento.
La producción de hilados y tejidos a gran escala atrajo a trabajadores de los pueblos vecinos, pero rápidamente la necesidad de trabajadores se hizo imperiosa. La familia entendió rápido la urgencia de construir “un pueblo” de manera de atraer mano de obra permanente. El ideólogo de este proyecto fue Silvio Crespi, hijo del dueño de la fábrica Cristoforo Crespi. Educado en Inglaterra, Silvio trae esta nueva visión organizativa donde además de asegurar el trabajo, la fábrica otorgaba casa, servicios, educación y todo aquello que la comunidad necesitaba.
Los industriales Cristoforo Benigno Crespi (fundador de la fábrica) y Silvio Benigno Crespi (hijo primogénito, emprendedor y político). El pueblo Crespi nace de su pasión por el arte, la arquitectura y el interés hacia las utopías urbanísticas.
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La fábrica implementó mejoras laborales innovadoras para la época, como la jornada laboral de ocho horas y los servicios médicos. La construcción de la fábrica y el pueblo comenzó en 1878 y se llevó a cabo con una precisión geométrica impresionante, con calles rectas y edificios de estilo neogótico.
Lo que hace que Crespi d’Adda sea verdaderamente único es el cuidadoso diseño del pueblo. Crespi no solo construyó la fábrica, sino que también proporcionó a sus empleados viviendas, escuela, una iglesia, una plaza central y un hospital. Estas instalaciones no solo eran funcionales, sino que también estaban diseñadas con un sentido de estética y comunidad. Las casas de los trabajadores, pintadas en colores vibrantes, se alinean en filas ordenadas a lo largo de las calles, creando una imagen pintoresca y armoniosa.
La influencia de Crespi d’Adda no se limitó a su propio pueblo. Inspiró a otros empresarios industriales a seguir su ejemplo y a mejorar las condiciones de vida y trabajo de sus empleados. Este modelo de comunidad obrera, que se propagó por toda Europa, contribuyó en gran medida a la creación de leyes laborales más justas y a un mejor trato de los trabajadores en la era industrial.
Los industriales iluminados
El proceso de industrialización iniciado en Italia a mediados del 1800 llevó rápidos cambios en la sociedad de la época, sobre todo en lo relativo a las condiciones de vida del creciente número de trabajadores, los cuales abandonada la vida campesina y la producción artesanal, para trasladarse a las zonas industriales y la producción mecánica.
La gran concentración de trabajadores en las zonas fabriles, en la mayoría de los casos de manera precaria y dramática, genera para los gobiernos locales y para los dueños de las fábricas, la necesidad urgente de resolver el problema habitativo pero también higiénico, respondiendo así a las incipientes reivindicaciones obreras.
El castillo vivienda de la familia Crespi, y las casas del capellán y del cura, ubicados en una posición de altura respecto al resto del pueblo.
Surgen así modelos de casas obreras en las principales ciudades industriales de Europa como el caso de Mulhouse en Francia, Pullman City en Chicago, Krupp en Essen, Owen en New Lanark y New Harmony o la ciudad jardín de Howard.
Crespi d`Adda será en Italia, el pueblo obrero más importante de ese período, lugar que se ha conservado intacto hasta nuestros días y que representa una de las soluciones más completas y ejemplares del mundo. Este coloso de arqueología industrial ilustra un período de la historia donde los trabajadores no eran considerados sujetos con derechos y las condiciones de vida eran extremadamente difíciles.
Crespi d’Adda fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1995, siendo uno de los complejos mejor conservados del sur de Europa.
Este paternalismo industrial aunque proporcionaba ciertas mejoras en las condiciones de vida de los trabajadores, también fue objeto de controversia y oposición por diversas razones, como la limitación de la autonomía y la libertad de los empleados, ya que estaban sujetos a las decisiones de sus empleadores en áreas que iban más allá de su trabajo. El patrón decidía todo dentro y fuera de la fábrica, en un contexto donde hasta los niños trabajaban.
La estructura de poder también se puede ver a simple vista en Crespi: la familia dueña de la empresa ocupaba el castillo que desde lo alto gobernaba todo el territorio; el médico, el cura y el capellán por su parte, recibían casas más elegantes y mejor ubicadas, mientras que los obreros compartían las casas más pequeñas y simples.
Un lugar a destacar dentro del barrio obrero es el cementerio, con un monumento inspirado en Angkor Wat (Camboya), mausoleo de la familia Crespi, que con sus grandes brazos protege desde lo alto al resto de los difuntos. Durante su apogeo Crespi contó con su propia central hidrotérmica (que también alimentaba la fábrica), baños públicos con agua caliente y lugares de ocio y deportes para los obreros y sus familias.
La fábrica funcionó hasta el año 2003, y en su época dorada dio trabajo a más de 4 mil personas. Hoy se encuentra completamente inactiva, aunque a los trabajadores – y sus herederos – se les dio la oportunidad de comprar las casas que habitaban. La gran mayoría de ellos lo hicieron y habitan regularmente el lugar, compartiendo una historia en común que los llena de orgullo.
Visita al pueblo obrero
Hoy en día, Crespi d’Adda es un museo vivo del pasado industrial de Italia. Los visitantes pueden recorrer las calles adoquinadas, visitar la iglesia, explorar las casas de los trabajadores y aprender sobre la vida en una comunidad obrera del siglo XIX. El pueblo también alberga un museo dedicado a la historia industrial y textil de la región de Lombardía.
Si bien hay varios operadores turísticos que realizan visitas al Villaggio, la Asociación Cultural Crespi es la encargada de tutelar y valorizar el barrio obrero Crespi, con una mirada respetuosa y responsable del territorio. Para ello, propone visitas guiadas con un recorrido por el barrio y un recuento pedagógico sobre la época de esplendor de este lugar.
Se pueden reservar las visitas durante los fines de semana en este enlace por el valor de €8.
Desde Milán, se puede llegar a Crespi d’Adda en bicicleta, bajando en la estación de Metro Gessate M2 y siguiendo la ciclovía del Naviglio della Martesana hasta la ex fábrica, en un recorrido pintoresco a través de pueblos medievales y mucha naturaleza. También se puede llegar con un tren desde Milán hasta Cassano d’Adda, y luego proseguir con la bicicleta por media hora en la ciclovía.