Una ciudad instagrameable, así es Milán. Con sus callecitas estrechas, sus lugares antiguos llenos de historias y el ajetreo permanente de sus ciudadanos, la capital lombarda es un territorio rico de experiencias sensoriales. Si a eso le sumamos una peculiar luz del sol, ya sea cuando nace que cuando se esconde, la belleza del lugar nos tocará realmente el corazón.
Al amanecer
Un paseo por Boscoincittà
No es quizás uno de los lugares más visitados por los turistas, pero este encantador parque cerca del estadio San Siro, cuenta con bosques, prados, arroyos y hasta humedales. Hay además, cerca de 200 huertas asignadas a ciudadanos que las cultivan con gran cuidado. También hay un jardín acuático y un colmenar. Los fines de semana de la primavera y el verano, se pueden hacer asados en las instalaciones, previa reserva gratuita en el sitio web.
Quienes llegan aquí tienen la sensación de estar lejos de la ciudad y adentrarse en la naturaleza, en un entorno natural que en realidad es el resultado de una cuidadosa planificación. Las caminatas durante el amanecer, son realmente memorables.
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Dentro la Galería Vittorio Emanuele
Sin dudas uno de los lugares icónicos de Milán: la galería es practicamente imposible visitarla en solitario, ya que el movimiento de personas por este pasaje es continuo. La Galería Vittorio Emanuele es un corredor que conecta las dos plazas más importantes del centro de la ciudad: la plaza del Duomo con la Plaza de la Scala. Gente, gente y más gente, menos al amanecer.
A primeras horas del día, la galería presente un encantador juego de luces, que se reflejan y rebotan por todo el lugar, generando una situación ideal para los amantes de la fotografía, los románticos y los madrugadores. La galería tiene además una cosa pocas veces vistas en el mundo: un hotel de 7 estrellas con desayunos con vista a la galería, por lo que si estás pensando sorprender a alguien con románticos mensajes de buenos días, este es sin dudas tu lugar.
Al atardecer
Subir a la terraza del Duomo
Si bien al amanecer la Plaza del Duomo es también un paso obligado para los amantes de levantarse temprano, disfrutar de la puesta del sol en sus terrazas, puede que tenga un mayor encanto. Sobretodo en verano y hasta finales de septiembre, y en una jornada de cielos limpios, se pueden apreciar desde el skyline de la ciudad hasta los Alpes.
Caminar por Via Dante hasta el Castello
Esta calle peatonal que colega Plaza Cordusio con el Castello Sforzesco, es un clásico de la ciudad y es inevitable que pases por allí. Sus palacios todos de la misma altura (23 metros), las tiendas y el murmullo de los peatones, no te distraerán cuando se trate de mirar el cielo. Colores fucsias, naranjas y turquesas se entrelazan durante el atardecer en un compás sincronizado, que para cuando llegues a la puerta del Castello, coronarán unas fotos únicas de tu paso por Milán.
La clásica foto sobre el puente del Naviglio
Buscando un bar para hacer el aperitivo, llegar al atardecer al naviglio es una de las mejores formas de terminar el día en la ciudad. El juego de las luces con el cielo, los pequeños puentes que lo atraviesan y los colores de la arquitectura que lo componen, se darán cita al atardecer para mostrar su mejor versión. En los meses de calor pueden ser un poco concurridos, pero sin dudas vale la pena.