Pavía, una de las ciudades universitarias más antiguas de Europa, es cuna de grandes y antiguos edificios de santos, duques y científicos. Fundada hace más de 2 mil años sobre el Río Ticino, esta preciosa joya de la Lombardía es merecedora de visitarla si se viaja a Milán. En el camino, una parada por la Certosa te convencerá de que estas en el camino correcto.
Alguna vez Pavia fue capital del Reino lombardo, y la organización de su trazado conserva la característica de la carretera del castrum romano, con el cardo (hoy Strada Nuova) y el decumanus (hoy Corso Cavour) encontrándose para formar la antigua Plaza Grande, la Piazza della Vittoria, el corazón de la ciudad.
Pavía es una pequeña urbe artística de calles medievales, llena de iglesias antiguas, patios interiores maravillosos y un castillo de la época de los Visconti. Pero también es el lugar donde se encuentra la universidad más antigua de Italia y la Certosa de Pavía, dos lugares imprescindibles de visitar si se viene para Lombardía. Ubicada a 34 km. de Milán, los trenes que unen ambas ciudades parten a cada rato desde la estación Milano Bovisa y Milano Centrale, y cuestan 4 euros cada tramo. En media hora se puede llegar con mucha facilidad y a un precio bajo.
En su recorrido, el tren hace algunas paradas intermedias, entre ellas la Certosa de Pavia, siendo posible bajarse del tren para visitarla, y con el mismo billete, volver a subir más tarde para completar el tramo. (La convalidación debe hacerse en el plazo de 3 horas).
De la estación de trenes, hay que caminar siguiendo los letreros unos 200 metros hasta un camino de tierra que pasa por detrás de la Certosa. Siguiendo el camino hacia la derecha, se bordea el complejo monumental siguiendo el Naviglio Pavese, este canal medieval construido para facilitar el riego de la zona. Tras caminar aproximadamente un kilómetro, llegarás a la entrada de este monasterio que es realmente magnífico.
El 27 de agosto de 1396, Gian Galeazzo Visconti -el duque de Milán- y sus tres hijos pusieron la primera piedra fundamental de la Certosa della Madonna delle Grazie, un proyecto nacido de un voto de su esposa Caterina e inmediatamente concebido como una grandiosa celebración de la dinastía Visconti. Llamada Cartuja en español, los trabajos de construcción de la Certosa de Pavia fueron continuados por los Sforza, concluyendo en una obra de arquitectura divina, armoniosa y única en el mundo.
Protegida por una grueso muro, la Cartuja se le aparece de repente al peregrino como una ciudad encantada escondida en un bosque, bañada por la niebla en invierno y perfumada de vida en verano, pero siempre rodeada de un silencio y una calma ideal que invita a la reflexión y a la contemplación.
Sobre la blancura de mármol de la fachada, de vetas rosa y verde, los escultores han diseñado perfiles de ángeles y monarcas, estatuas de santos y profetas. “Quien cruza la entrada de la Certosa tiene la sensación de entrar en un rincón del cielo, un trozo de maravillas robadas del paraíso y reproducidas en piedra, frescos, oro, lacas y lapislázuli”, dicen los monjes que la habitan. Cargada de figuras geométricas y estrellas, la Certosa esconde los secretos de su interior estando prohibido tomar fotografías. Las hermosas fotografías de este artículo no reflejan la majestuosidad que tiene este lugar, pero se pueden encontrar algunas fotos en la web oficial de la Cartuja**.
La Cartuja representaba una riqueza para el territorio no solo desde un punto de vista religioso y cultural, sino también económicamente. Los monjes cartujos determinaron la mejora de la productividad agrícola mediante el uso de marcita*, lo que permitió obtener más de una cosecha. Como mausoleo funerario de la dinastía milanesa la Certosa fue completada a fines de la década de 1400 (tardaron unos 50 años en terminarla), contando con contribuciones arquitectónicas y artísticas de diferentes maestros de la época como Giovanni Solari.
La historia de la Certosa de Pavía
Originalmente confiada a la comunidad cartuja, luego a la cisterciense y, por un corto período, también a la benedictina, después de la unificación del Reino de Italia, la Cartuja fue declarada monumento nacional en 1866 y adquirida entre las propiedades del Estado italiano, por lo tanto como todos los bienes artísticos y eclesiásticos contenidos en él. Desde 1968 alberga una pequeña comunidad monástica cisterciense.
La elección del lugar no es casual sino más bien estratégica: la Certosa se encuentra en el viejo camino romano que comunicaba Pavía con Milán, zona fértil circundada por canales y ríos, llena de granjas, molinos y castillos. A partir de la llegada de los Visconti en 1359 y la construcción de su fortaleza, la corte ducal se transfirió a Pavía cambiando profundamente la vida de esta ciudad.
La promesa de Caterina
La construcción de la Certosa llega de la mano de un voto de fe realizado por la esposa de Gian Galeazzo, Caterina Visconti. Su primer embarazo había salido mal y la pareja prometió a la Virgen que le pondría a cada hijo nacido “María” como segundo nombre, si les concebía la bendición de un nacimiento. En 1388 nació por fin Giovanni Maria y en 1392, Filippo Maria. Con la muerte del duque en 1402, el trabajo se detuvo. En 1412, Filippo Maria dio un nuevo impulso a la construcción al confiar el trabajo a Giovanni Solari, que trabajó en la Certosa desde 1428 a 1462, incluso después de la muerte del duque y la conquista de Milán por parte de Francesco Sforza (1450). En 1434 y 1454 se construyeron el vestíbulo interno y el segundo vestíbulo respectivamente. El trabajo luego pasó al hijo del arquitecto, Guiniforte Solari, quien trabajó en él hasta 1481. Más tarde, Giovanni Antonio Amadeo los continuó entre 1481 y 1499, bajo el ducado de Ludovico el Moro.
El interior de la Certosa
El ingreso al monasterio es completamente gratuito, y cuando un grupo de personas suficientes se reúne en el interior del edificio, los monjes organizan una visita guiada en su interior, donde te cuentan – en italiano- la historia del maravilloso lugar. Simplemente hay que entrar en la Certosa y esperar que venga el monje y abra las rejas. Vestidos con sus trajes humildes pero legendarios, los monjes te llevan a conocer su maravillosa casa, cuentan historias de reyes y dioses y hasta hacen algunas bromas.
La iglesia sería el mausoleo de sus benefactores, y eso fue establecido desde el inicio de las obras por los duques de Milán. La nave fue diseñada en estilo gótico pero la influencia del Renacimiento temprano llegó a través de Guiniforte Solari dejando una huella de este estilo en la iglesia. El 1 de marzo de 1474, una impresionante procesión de más de cuatro mil personas, incluidos religiosos, embajadores, nobles, profesores y gente común, comenzando desde el castillo de Pavía, acompañó las cenizas del fundador Gian Galeazzo a través de todo el parque ducal hasta la Certosa, funeral solemne que luego sería inmortalizado en el bajorrelieves del portal de la iglesia.
También se encuentran allí adentro las estatuas mentirosas del duque de Milán Ludovico il Moro y su esposa Beatriz de Este. Fue el propio Ludovico quien encargó su ejecución después de la muerte de su esposa en 1497. Las esculturas estaban destinadas a colocarse en la tribuna de la iglesia milanesa de Santa Maria delle Grazie, pero debido a la caída de Ludovico en 1499, el monumento funerario quedó inacabado. En 1564 fueron comprados por Oldrato Lampugnani y llevados a la Cartuja. Las tumbas siempre han estado sin usar, ya que el Moro después de la caída del Ducado de Milán fue capturado por los franceses y murió en Francia y está enterrado en la Iglesia de los Padres Dominicos de Tarascona, mientras que Beatrice sí está enterrada en la Iglesia de los Padres Dominicos de S. Maria delle Grazie en Milán.
El coro ligneo
Realizado por Bernardino De Polli y Pantaleone Marchi, este aparato está compuesto por 42 puestos donde se reunían los más altos prelados de la iglesia, y en cada respaldo está tallado un santo con la más fina de las precisiones. El trabajo, de notable calidad tanto en la técnica de incrustaciones como en la composición de las piezas figuradas, es uno de los elementos más preciosos de la iglesia. En Italia existe el dicho “un lavoro de certosino” para indicar que un trabajo es largo y minucioso. Para realizar el coro se necesitaron 10 años de delicados tallos en madera.
En esta parte del recorrido, el monje invita a los presentes a realizar un rezo en el lugar.
Los claustros
Se pueden encontrar dos claustros dentro de la Certosa, el grande y el chico. El pequeño, con un jardín en el centro, era el lugar donde tenía lugar la mayor parte de la vida comunitaria de los monjes. En el portal de acceso al pequeño claustro se puede leer la firma del Pavese Giovanni Antonio Amadeo (1447-1522) y los adornos de terracota que superan los delgados pilares de mármol que fueron realizados por el maestro cremonese Rinaldo de Stauris en 1466.
Decoraciones similares están presentes en el gran claustro, de unos 125 metros de largo y unos 100 de ancho donde originalmente había 23 celdas o casas de los monjes, cada una compuesta por tres habitaciones y un jardín. Al lado de la entrada a las celdas, firmada con letras del alfabeto, hay una pequeña abertura dentro de la cual el monje recibía su comida diaria para luego volver a su soledad. Para las comidas comunitarias, permitidas solo en días festivos, los monjes se reunían en el refectorio. La gran galería, con 122 arcos, fue construida por Guiniforte Solari en la segunda mitad del siglo XV. Las columnas de los arcos, decoradas con elaboradas obras en terracota, se alternan con el mármol blanco y el mármol rosado de Verona.
Aquí finaliza el recorrido guiado por el monje, quien solicita a los presentes una donación voluntaria por los servicios, pasando su sombrero. En esta parte del Claustro sí está permitido tomar fotografías.
Saliendo del claustro, se puede visitar dentro del complejo el Museo de la Certosa, con ingreso también gratuito. Son dos plantas donde se conserva una colección de más de 300 pinturas y esculturas de la historia artística del monasterio. Al terminar la visita guiada con el monje, llegamos directamente a la galería donde se encuentra la entrada del Museo, y en frente, una pequeña tienda de regalos donde se pueden conseguir algunas postales vintage de la Certosa y productos como licores, miel y hierbas de todo tipo, producidos por los monjes.
*La marcita es una técnica de cultivo característica del valle del Po, plantada por primera vez en granjas propiedad de las abadías. Consiste en el uso de riego por gravedad que se realiza utilizando el agua proveniente de los manantiales, también en invierno. El agua de manantial, que generalmente fluye durante todo el año a una temperatura que va entre 9 ° C (en invierno) y 14 ° C (en verano), se la mantiene en constante movimiento evitando de esta manera que el suelo se congele. El desarrollo de este proceso durante el invierno hace posible realizar al menos siete cortes de forraje al año (a veces nueve), frente a los 4-5 obtenidos de las cultivaciones estables.
**Se puede visitar el sitio web de la Certosa de Pavia para ver material fotográfico Aquí, el cual sin embargo no hace justicia a la belleza real de este lugar.
Seguir a Pavía
Si el tiempo no ha pasado de más, podemos volver a la estación y tomar el tren que pasa hacia Pavía utilizando el mismo billete. En un par de minutos llegaremos a la estación de la ciudad. Si bien tiene orígenes antiguos, Pavía hoy se presenta como un centro urbano moderno ideal para recorrer caminando y de forma distendida.
Es entre el Siglo VIII y XII que la ciudad de Pavía vive su período de mayor esplendor, momento histórico donde se transmitió un gran florecimiento del arte románico que hoy se puede disfrutar caminando entre antiguas iglesias, palacios nobiliarios, pórticos y las torres que hicieron famosa a la ciudad durante la Edad Media. Otro período de gran importancia artístico para Pavía fue el Siglo XIV, cuando gracias al gobierno de la señoría de los Visconti, la ciudad contó con un elegante y estratégico castillo..
Desde cualquier parte de la ciudad, se puede llegar al centro histórico atravesando un pedazo del viejo perímetro de lo que fueron los bastiones medievales que protegían a Pavía en los tiempos pasados. Si llegamos desde la estación de trenes, podemos seguir Viale Libertá hasta el río, y bordearlo hasta el puente.
Uno de los puntos de referencia de la ciudad es el río Ticino y el famoso Ponte Coperto. El Puente Cubierto conecta el centro histórico con el resto de la ciudad que originalmente estaba fuera de los muros periféricos y es originario del Siglo XIV, aunque fue destruido durante los bombardeos de la II Guerra Mundial y reconstruido en 1949. El pintoresco barrio que se ve del otro lado es el Borgo Ticino.
Cuenta la leyenda, que en la víspera de Navidad del año 999, muchos peregrinos querían ir a la misa de medianoche en la ciudad pero, debido a la espesa niebla, los barcos no pudieron hacer el viaje. De repente, llegó un hombre vestido de rojo, que prometió construir un puente de inmediato a cambio del alma de un transeúnte. El hombre era el diablo y solo el arcángel Miguel, que se apresuró a la iglesia cercana, lo reconoció; éste fingió aceptar el pacto y, cuando el diablo construye el puente, hizo cruzar primero a una cabra, engañándolo. El puente también fue llamado el Puente del Diablo.
Centro histórico
Dejando el río a nuestras espaldas cruzamos al caso histórico de Pavía. Una serie de iglesias y edificios municipales nos sorprenderán cada uno con sus propios encantos. La basílica de San Michele Maggiore por ejemplo, es atribuida al emperador Constantino (Siglo IV). Cuando Pavía se convertía en la capital del ducado, la iglesia de San Michele era el lugar de las encoronaciones y hoy es uno de los principales monumentos de arte Románico lombardo.
Siguiendo rumbo al centro, nos encontramos con otra iglesia románica: la San Teodoro. Lo más interesante que tiene esta iglesia son los frescos en su interior que te muestran cómo era Pavía durante el Siglo XV. A pocos metros de esta iglesia llegamos al Duomo, en Plaza de la Victoria, una plaza rodeada de palacetes y pórticos del Siglo XIV y XV, que limita en una de sus partes con el Broletto, el lugar donde en la Edad Media se administraba el poder civil de los “comunes”, las ciudades.
La cúpula del Duomo nos ayudará a encontrarlo rápidamente; esta iglesia fue construida sobre las ruinas de dos catedrales preexistentes: la de Santo Stefano y la de Santa María del Popolo y es un claro ejemplo de la arquitectura gótica lombarda.
Volviendo sobre Corso di Strata Nuova, nos toparemos con la Universidad y la plaza Leonardo Da Vinci, el gran complejo educativo que constituye el Ateneo más antiguo de la Lombardía y uno de los campus más viejos de Europa. Fundada en 1361 cuenta con nueve facultades y entre sus egresados más distinguidos se encuentran Alessandro Volta, quien descubrió el metano y fue el inventor de la pila eléctrica.
Saliendo de la Università llegamos al magnífico Castello Visconteo y sus jardines, uno de los mayores tesoros de Pavia y que hoy aloja a los Museos Cívicos de la ciudad. Los señores de Milán, los Visconti, habían querido desarrollar un parque de caza, que se extendía hasta la Certosa. Hoy el parque no existe más, pero una parte se conserva en lo que se llama Parco della Vernavola.
Convertida en una de las cortes más refinadas de Europa, en la capilla del castillo, Ludovico el Moro se casó con Beatrice d’Este, hija de Ercole I d’Este, duque de Ferrara. En ese castillo se supo conservar la biblioteca privada del duque, que tras la conquista francesa fue llevada a París.
El Castillo de Pavía fue comprado por el Municipio, restaurado en los años 20 y 30 del siglo XX y, a partir del segundo período de posguerra, se convirtió en la sede de los Museos Cívicos albergando la Pinacoteca Malaspina cívica. Se puede visitar allí el Museo del Risorgimento con una sección dedicada a Giuseppe Garibaldi.