Con más de 100 años de historia la principal puerta de entrada a la ciudad es un impresionante ejemplo de arquitectura monumental y ecléctica. Salones secretos, deportaciones masivas y santas patronas en la catedral de hierro de Milán.

La Stazione Centrale atrae a millones de personas cada año, ya sea por motivos laborales o de ocio. Unas 320 mil personas pasan por ella al día, suma que asciende a 120 millones al año. Por sus 24 vías pasan los principales nudos italianos y europeos que conectan Milán con Suiza y Francia. Luego de Roma Termini, es el segundo polo ferroviario del país.

Historia de la Stazione Centrale

A fines del siglo XIX, la creciente afluencia de tráfico ferroviario en Milán y el reducido tamaño de las dos estaciones existentes en ese entonces hicieron necesaria la construcción de una nueva estación. El Ayuntamiento organizó dos concursos, uno en 1907 y otro en 1911, y aunque se presentaron numerosos proyectos, solo uno resultó ganador: el presentado por Ulisse Stacchini, titulado “In motu vita” (La vida está en el movimiento).

Sin embargo, el estallido de la Primera Guerra Mundial retrasó el inicio de las obras, que finalmente se retomaron en 1924. Resulta increíble pensar que la Stazione Centrale fue inaugurada recién en 1931, veinte años después de que se presentara el proyecto.

Desde la inauguración a esta parte, el edificio ha sido sometido a varias renovaciones y adaptaciones para mantenerse actualizado. En 1952, se instaló el primer sistema de escaleras mecánicas, y en 1970 se estableció la conexión con el sistema de metro. En aquel entonces, solo la línea verde (M2) transitaba por la estación, mientras que hoy en día tanto la línea amarilla (M3) como la verde hacen parada en Milano Centrale.

La renovación más reciente se llevó a cabo entre 2005 y 2010, cuando la Stazione Centrale experimentó una remodelación completa. Durante este proceso, se limpiaron los frisos y las decoraciones, y se reorganizaron los espacios interiores, incluyendo la incorporación de numerosos restaurantes, bares y una taquilla moderna.

Estilos, estatuas y decoraciones

El 1 de julio de 1931 la Stazione Centrale di Milano fue inaugurada oficialmente. La estación impresionó a los visitantes con su imponente fachada y su diseño arquitectónico único, donde se presenta una gran entrada flanqueada por columnas y estatuas que representan a distintas ciudades italianas.

La estación presenta un lenguaje arquitectónico complejo, con muchas referencias al estilo neoclásico absorbido en una monumentalidad “romana”, aspectos que no despertó para nada el entusiasmo de los arquitectos racionalistas de Milán, en esa época en debate con el Modernismo.

En el interior, la estación cuenta con una amplia nave central y numerosas plataformas que se extienden a lo largo de varios niveles. El techo de hierro y cristal de la estación es una de sus características más distintivas y aporta una sensación de amplitud y luminosidad al lugar, la cual es continuada con una serie de farolas y luces artificiales constantemente encendidas.

Apenas uno ingresa a la estación se presenta la Galería de las carrozas, llamada de esa forma porque efectivamente luego de su construcción, las carrozas a caballo frenaban allí para el descenso y ascenso de los pasajeros.

En referencia a la decoración se encuentran elementos muy diferentes entre sí: desde signos zodiacales, centuriones romanos, referencias a los principales medios de transporte de la época, a figuras alegóricas que representan el trabajo, el comercio, el agro y la industria y hasta distintos tipos de animales como leones, lobas, águilas y caballos.

Se incluyen incluso, nombres de grandes inventores como Tomás Edison (inventor de la energía eléctrica) o Denis Papin (inventor de la máquina a vapor). En arquitectura las palabras no son nunca decoración sino información, y el fascismo elige la inclusión de nombres que hablen de progreso, una narración que se mantiene en toda la estación.

La arquitectura de la Estación Central de Milán no es modernista, es más la expresión del poder del momento e incluso considerada anacrónica por sus contemporáneos. Si se mira con atención la leyenda principal de la fachada, se encuentran los rastros de la inscripción original que decía: “anno IX dell’era fascista” (año IX de la era fascista), hoy suplantada por “nell’anno 1931 dell’era di Cristo” (en el año 1931 de la era de Cristo).

El piso de la estación fue también decorado con mucha atención. Subiendo al primer piso hacia la Sala de la Billetería,  se pueden apreciar los dibujos más interesantes como los cuatro escudos de las principales ciudades italianas (algo que se repite en el suelo de la Galería Vittorio Emanuele) y hasta el águila símbolo del fascismo.

Te sorprenderá saber que se construyó utilizando materiales económicos: solo las partes inferiores del revestimiento están hechas de mármol, mientras que las superiores están cubiertas de cemento decorativo que imita materiales más nobles. Incluso los elementos decorativos están elaborados con yeso o cemento.

La estación de claro aspecto romano justifica su existencia dentro del régimen con un sentimiento patriótico exacerbado y celebrativo de la Unidad Nacional. La terminal está en Milán, pero podría haber estado en cualquier ciudad de la península.

La sala de espera de la Familia Savoia

Dentro de la Stazione Centrale, existe un área que en su momento estaba reservada para pasajeros “especiales”: la familia real de los Savoia. En el Pabellón Real disponían de una entrada exclusiva en el lado sureste de la estación, donde aguardaban la llegada de sus trenes rodeados de muebles majestuosos y mosaicos impresionantes. Actualmente, la sala real se abre al público en ocasiones especiales y las visitas guiadas pueden costar hasta 500 euros.

Pero estos departamentos reales esconden un secreto: detrás del espejo del baño se encuentra un pasadizo que los reyes podían utilizar en caso de emergencia para escapar sanos y salvos de cualquier atentado.

En el ingreso de la sala puede verse un mosaico con el Rey Vittorio Emanuele III y Benito Musolini, recordando la relación política que el Rey de Italia mantenía con el fascismo. El mosaico sobre la cara del Duce, sin embargo, ha sido arrancado.

Luego de la estación de mármol y cemento, se da lugar a la estación del hierro.  En total, la superficie del andén ocupa unos 66.000 metros cuadrados. Superada por arcos de vidrio y hierro, la estructura alcanza los 72 metros de altura, mientras que la Sala de Entradas alcanza los 42 metros.

El Memorial de la Shoah de Milán

La Stazione Centrale también está asociada a uno de los episodios más trágicos del siglo XX: el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. Entre 1943 y 1945, los trenes cargados de deportados de judíos pero también de obreros contrarios al régimen, partían desde la Plataforma 21 de la estación hacia los campos de exterminio nazis.

Si se llega hasta el final de las vías, se puede ver que del binario 20 se pasa directamente al número 22. En realidad, el binario 21 existe pero es subterráneo, y su construcción fue precedente a la llegada del nazifacismo durante los años 40. Este binario escondido respondía a una necesidad netamente comercial, ya que la Stazione Centrale es solamente una terminal de pasajeros, a diferencia de otras estaciones de la época como Lambrate, que solo transportaban mercancías.

En la actualidad, la Plataforma 21 se ha convertida en el Memorial de la Shoah de Milán, ubicado debajo de la estación. En una pared, se puede observar la palabra “INDIFERENCIA” en letras grandes, que representa la culpa compartida por muchos italianos: indiferencia frente a las deportaciones y a la tragedia que se desarrollaba ante sus ojos.


        La santa y la placa fake

Durante las remodelaciones del 2010, la Stazione Centrale fue dedicada a Santa Francesca Cabrini, patrona de los migrantes. En la entrada principal de la terminal hay una placa que dice: “Desde estas plataformas, Francesca Cabrini (1850-1917), Santa por la fe católica, apóstol de la solidaridad para todos los pueblos en camino, se aventuró tantas veces por las calles del mundo”.

Lo interesante es que Santa Francesca ya estaba muerta al momento de la inauguración de la estación.

 

La manzana reintegrada

En la plaza Duca d'aosta, en el ingreso mismo de la estación, se puede ver una gran escultura en forma de manzana. Su nombre en italiano es “La Mela Reintegrata” y fue realizada por el diseñador Michelangelo Pistoletto, durante la Expo Milán 2015.

“El símbolo de la manzana recorre toda la historia que tenemos a nuestras espaldas, a partir del mordisco, que representa el desprendimiento del hombre de la Naturaleza y el origen del mundo artificial. La Manzana Reintegrada representa la entrada a una nueva Era, en la que el mundo artificial y el mundo natural se reencuentran, generando un equilibrio en la sociedad que se extiende a una dimensión planetaria”, sostuvo el artista.

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